El dolor también muere.
Su tumba es un nido de flores
de las que sólo recordamos su aroma
cuando aún sus púas no nos pinchaban.
Por eso en su lápida de memoria
yacen sus pétalos arraigados
sin haber sido deshojados adentro.
Distinto hubiera sido
vivir toda su historia junto a él
sin obviar los momentos marchitos.