domingo, 13 de febrero de 2011

Por Expiración


Begoña Gamonal



La margarita pereció, y ni el aire, el agua
o sus amigos esas hierbas,
o la tierra que la sostuvo temporalmente
supieron nunca del fuego de sus pétalos,
del corazón de su pistilo,
del oculto sentimiento que mordía sus carnes,
y su dolor
por no inhalar la fragancia de su amor.