Pudiera reverberar a la estación
que antecede a la siguiente
aquella que cede su paso
anunciando en preludio de ocres rojos y amarillos
la entrada a su tiempo.
Podría, pero sólo sé expresar
lo que desde adentro exploro.
Se acerca el fin del par bisiexto,
y recuerdo un inicio
montada en la barca de Caronte
montada en la barca de Caronte
rumbo al ocaso de estas letras
que aprendieron a flotar hundiéndose.
Un retoño torcido
que tronchó su vela en febrero
reapareció entre las tablas
de un banco abandonado a su deriva
en un parque de cotorras descarriadas;
volvió para irse en la piel blanquinegra
de una fosa acristalada en llamas.
El colibrí tocó mis plumas
y saltaron sus colores por los aires
de un sueño;
Crece, y se crece
una raíz testaruda
enraizada en un amor atemporal
sin arraigo ni causa
que respira a su antojo en mí.
Desconozco si esta barca
volverá a derivar su rumbo
hacia el pase a su infierno,
o simplemente
aprenderá a aceptar su amor
por encima de cualquier circunstancia.
volverá a derivar su rumbo
hacia el pase a su infierno,
o simplemente
aprenderá a aceptar su amor
por encima de cualquier circunstancia.