Cuando emerge la realidad entre las olas, la musa que me susurraba habitante del mar día a día se desvanece, desaparece la sirena imaginada. El desánimo florece y se arraiga silente en mis manos cada vez más engarrotadas, ya casi no puedo nadar. La ilusión se muere lentamente, no guardo tu voz ni la sentiré mañana, no hay señal.
El sonido del mar
Grabé la conversación de las olas chocando con la arena y las rocas frente al mirador. Allí esperé entre la espuma que se disolviese mi tristeza y emergiese una sirena cantando el paraíso de las emociones; en el mar, las olas seguían rompiéndose salpicando parte de su fuerza en agua y sal; en la oscuridad del cielo, sólo ví aviones.