Esos troncos verdes que no detienen su trino.
Esos mirlos que no paran de mecerse
abrigando al sol con sus cortinas,
sacudiendo su melena agitada.
Esos gorriones siempre atentos
a la mano que los sustenta
posándose en sus magros límites.
Mirlos y gorriones
asomados en la cornisa
sonriendo al mar
observando al tronco
recibir una suave caricia
transgresora.
En tu piel.