La Lluvia Amarilla, Julio Llamazares
Al igual que los árboles, los pensamientos también sufren, laten, sienten e incluso en ocasiones llegan a morder. Uno quisiera sosegarlos en los rabiones de sensibilidad que arrastran sus cauces, e incluso espera la muda de sus hojas adentrándose en el bosque del otoño buscando en la gelidez de su irreversible avance una tregua, pero estas altas temperaturas no ayudan a su mansedumbre. El sol se afinca en las aliagas del sentimiento en este interminable veranillo de San Miguel.