a no salir de su morada
juega a la peonza sin posible fuga.
Aunque salgan los bucles de dudas a codazos
aunque se rompan los contornos de su esfera
como se rompe la fe adentro
cuando se busca y no se encuentra,
cuando la vida te encierra en su moneda
atado de manos, falto de zinc y cobre.
Aunque no vivas en su burbuja,
no saldrás de su callejón precintado.
Esto es, pues, tan sólo un grito huido
que se sabe ahogado
en el paredón de las pompas de jabón estrelladas.