Has visto en esta calle muchos paseos
has sufrido lo que es volcar tu licor en la copa
y también has visto cómo vuelcan
otras copas sin freno.
Es amargo el cáliz del ego
el deseo frustrado de un labio partido
que no es miel del deseo de su boca.
El maldito deseo
doblegado ante nuestra euforia
tan soberbia como ególatra.
Tiembla el amor vertido en otro amor
que no amaga su feliz dueño y lo copa
en su lengua compartida de dos.
Déjales beber, no has de servirte
el poso de rencor que irá después.
Así, he comprendido que amar
no es servir mi ego en tu copa
ni llenar tu copa de veneno.
Ahora, de nuevo, repítete a ti misma:
has visto a su perro amordazado
para que no la muerda,
¿y qué? a ti qué te importa?