Navegan los ruidos entre las ramas secas,
una brisa interior que escapa del barco
transformado en nave.
Maderas azules roídas por sal e historia
marchitan junto al cristal humo empolvado.
Dos ojos de buey estancos
preservan sus historias de navegantes
por el mar de las emociones.
Una cotorra atravesó sus orificios
y resguardó su amor del helor externo.
La indiferencia yació en la intemperie
sobre el murmullo gélido de la calle.