martes, 28 de diciembre de 2010

Hormigas en mi piel.





Y la piel se me estira a pequeños picotazos, intentos banales de deshacerse de los excesos por sus microporos de donde sólo brotan hormigas y hormigas; plantaron sus colonias bajo mis poros, produciéndome espantosos picores por todo el cuerpo que mantienen la vigilia de mi ser parte de la noche. No puedo despellejarme a tiras, tan sólo rascarme, y esperar a que, agotadas, caigan extenuadas fuera de mis carnes para aliviar mi picazón desesperado que araño con los padastros de mis dedos y con las uñas de mis pies. Las puñeteras han mantenido una constante e intensa actividad esta noche.


Las ramas de mi cuerpo han ido quebrándose con el balanceo de las hormigas columpiándose en ellas, hasta que el sueño me ha vencido y el ejército de hormigas se ha visto obligado a buscar otra estrategia de ataque en el arte de la guerra: no lo han logrado. Ya las estoy temiendo esta noche, pues siguen aquí dentro aunque ahora están meditando cómo proceder. El Arte del Imperio de las hormigas.