martes, 13 de agosto de 2013

A ti, amiga perdida por íntimo deseo propio.



La primera letra del alfabeto, una letra cualquiera
pudiera ser.
Se puede vivir de muchas formas, sentir de otras infinitas,
no todos calzamos del mismo modo.
A ti, maestro, te compadezco.
No por lo que va en ti rodado,
si no por todo aquello que no ves
en tu ceguera de necesidades.
Un capricho mayor de cepa más añeja
que la que porta tu vid,
y un sin fin de revés de virtudes
que tan sólo tú bregarás,
siempre y cuando ofrezcas
mayor bolsa para superar el mandato
que el que ahora soporta sus quimeras.