miércoles, 27 de abril de 2011

Fábula de la cotorra y la palmera- El sueño renace




Y el sueño renació. Una mañana cualquiera del mes de abril, los bordes del marco de nuestros ojos empezaron a salpicarse de colores; colores que dibujaron un parque; un parque donde una vez hubo cotorras y una palmera (o varias). Y la cotorra apareció. Como nacida de un letargo invisible y oculto a sus ojos, le picaban sus alas algo rígidas, desacostumbradas a sentir el frescor del viento, la furia del sol y la humedad de la noche. El parque también había cambiado ligeramente: los árboles estaban vestidos de hojas y flores, los matorrales cubiertos de visitantes que de un lado a otro transportaban en sus patitas partículas que brillaban como el oro y se sumergían en las flores como si se tratase de su hogar, la hierba era fuerte y radiante, y el suelo estaba cubierto de pétalos de color violeta.


Y allí estaba su palmera, altanera y afable, como si nunca se hubiese movido de allí. Al ojear el nido, se encontró una cotorra a  la que pocas veces había hablado. La cotorra era más joven que ella, pero tenía el pico ajado y la barbilla subida; la cotorra ajada la miró retrospectiva y le dijo que tenía buenas noticias para ella: ya podía buscarse otra madriguera, aquella había sido ocupada en su ausencia por otra cotorra que había agasajado a las cotorras de los nidos colindantes con sus alas tropicales y sus tonos de piel más tostados. La cotorra encajó bien aquellas palabras cargadas de malos vientos, ella sabía que no podía luchar contra ello y debía buscarse otro nido. No la dejaron ni saludar a sus amigas, más ella supo que no debía tampoco acercarse a ellas, ya que la cotorra ajada y su fiel amiga del pico amarillo envejecido de hiel estaban expectantes por saber cuál de las cotorras no estaba de acuerdo con su decisión.


Ay, cotorra!. Ahora hay que volver de nuevo a buscar nido!.Improvisar no entraba en estos momentos en sus planes, y eso hizo que fuese algo más difícil la adaptación. Hizo su equipaje, y aún tuvo un pequeño percance antes de poder atar sus cuatro bayas y sus ramitas que tiernamente le habían acompañado, pues los anfitriones de su desahucio no le habían facilitado todo su bagaje para alargar unos días su sufrimiento. Una vez logrados sus tesoros, ató sus bártulos y dió media vuelta sin mirar atrás. Sin embargo, poco tardaría en volver a verlos.


Durante un tiempo meditó, anduvo atolondrada dando saltitos de un lado a otro, desorientada y a su vez maravillada de disfrutar de todos esos elementos que durante tanto tiempo le habían estado ocultos, fue un descubrimiento inesperado, la primavera y sus manifestaciones  de júbilo.

De pronto, escuchó una voz que le resultaba conocida: su amigo la cotorra sabia estaba cotorreando con más cotorras. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría, y a la vez de temor. Se cuestionó muchas preguntas en pocos segundos antes de que él la viera : ¿y si no me reconoce?¿y si ha cambiado y no querrá cantar conmigo?. Sus temores fueron infundados: la cotorra sabia se puso tan contenta al verla, que las otras cotorras , viendo que era una persona  muy estimada por el sabio, vinieron corriendo a darle la bienvenida. Sorprendida y confusa, rompió en plumas que se unieron a los pétalos de las flores esparcidas por el suelo. Al ver el espectáculo de graznidos y colores, las cotorras de la palmera de la que había sido expulsada salieron a vichear qué sucedía.


La cotorra sabia la abrazó, la abrazó como nunca antes había abrazado a uno de sus semejantes, y la cotorra le extendió sus alas y lo besó bajo su manto de plumas......


La historia continúa, seguirá..........


Beso de dos cotorras- Foto: Begoña Gamonal