Chocarse contra un muro lleno de clavos
donde sus púas crujen y muerden
sin que una nota se alce en su contra.
Esa es la sensación de un grito silenciado
entre chillidos encubiertos de lisonjas.
El paisaje no consigue amainar los rayos
que adentro rebotan sin ruta fija.
Todavía el efecto boomerang
no ha llegado a atravesar las paredes en rebote.
Esa es la sensación de un grito silenciado
entre alaridos que no salen por la boca.