Divagando en el sentimiento, lo encontré en mi cuarto escondido.
Eran tus dardos besos que me
dabas en mis llagas sangrando,
sangrando porque te habían dolido.
No era por mí, era por él mi
llanto
y mi pena por haberlo
desorientado, que no ofendido.
Es demasiado grande para
sentirse herido.
Si sólo, por un sólo segundo,
pudiera
ser capaz de mitigar tu dolor,
o provocar en tu alma una
sonrisa,desterrar por un momento las fracturas,
no las evidentes,
las que
ocultas
en tu manto externo, ese que
nos regalas
y que llevas impregnado de
ternura,
lo haría sin pensarlo,
con estas manos que no pueden,
pero sienten
la impotencia de no poder
estar
entre tus brazos,
ni tan siquiera tocar,
personalmente,
nuestro dolor.