viernes, 19 de agosto de 2011

La margarita podada renace en tus ojos, Sauce.


 La roca irrumpe en el río creando soportales en su cuerpo de marcha continua. La abriga el musgo, adosando en sus poros agrestes su verde cabellera.








La  noche que el Sauce sucumbió al diente de león, la margarita fue podada y transportada por una nube de bruma que la vio desolada a los húmedos matojos de su piel; allí, el Señor Musgo conservó el marchito resto de su antaño talle y su inagotable e incombustible amor impreso en su tallo.






Creyó el Sauce no volver a ver su rostro violeta, más el agua repartió por su paso las esporas habitando todos los rincones del valle con su espíritu de color.


Una avoceta asida a un águila imperial diseminó una semilla de la margarita sobre el tronco del Sauce; las aves del bosque saben que la margarita fue arrancada, pero el Sauce aún guardaba un hueco para ella en su carne, dispuesta a renacer de nuevo bajo los ojos de su amor. Porque la margarita te ama eternamente.