Mi niña marina,
me pregunto si el mar te trata bien.
Echo de menos tu agua para compartir
nuestro oleaje
donde nuestros quebrantos
se difunden con las rocas del acantilado.
Dormir en tus olas de gaviota.
Sentir
que el viento brinda al horizonte
su manto de aire
para volar al infinito del océano.
En el fondo de tu piel hay vida,
allí te hallas
alimento de fe en colores para peces,
dándote.
Aunque nadie nos cree,
ni nos importa que así sea.