Te he visto feliz,
y a pesar de no ser
el faro de tus ojos,
los miedos se disipan
en la luz de la noche.
Tu roce inequívoco
de sutilidad cómplice
me ha erizado en tu ramal
copando todo mi espacio.
El amor dispone sus instantes
a su propia intensidad y antojo,
y yo, no necesito más
que amarme
por encima de ti.
