No
es fácil remendar un momento
que
agujerea una emoción profunda.
El
resentimiento se prolonga
más
allá de la hábil aguja
que
cose el despecho.
Con
todo, no es el apaño
Un
reencuentro fallido:
sin
su otra parte a su lado
la
única emoción a su alcance
es
su propio vacío.
Por
eso, me gusta enmendar
lo
posible de nosotros
para
evitar caerme.
Ese tapiz de sentidos
al fin y al cabo me concierne.