Las palomas no pueden
evitar
arrimarse a tu vera;
no hay reclamos extras,
sólo tu canto que expresas
a través de esos ojos ciegos
que ven más que los míos
y esas manos inquietas
que miran al presente continuo.
Fue ayer que, allí, te ví sentado.
Fue ayer que sentí tu aliento,
arropado por decenas de picos
hambrientos de sentir tu presencia.
Te ví, pero tú no me viste,
alienado entre aves inquietas,
mis ojos buscaban tus labios,
buscaban tu mirada segura,
tu atención entre sombras ajenas
que ocultaban mi mirada lasciva.
No nos miramos. Quizá , sólo quizá,
coincidamos otro día.
Nuestro parque