Apremia el cielo el cambio
de los tiempos del día
con su amalgama de luz vuelta colores
sobre el espacio del trasiego cotidiano
envuelto en sus labores
sellado con celo en sus costados.
Colores que,
cuanto más brillan afuera
menos abrigan todo aquello
que su halo enfoca
y no salvan de su flama
lo absurdo de su belleza efímera.