En lo alto del pino,
esta mañana te ví cantar.
Ibas retozando
de branca en rama,
distraído,
pirueteando de patas en alto,
jugando con la madeja
que la araña
había construído en la copa,
hasta que tus alas
se enredaron en su viejo telar;
el nido fue luego pasto
de orugas que adornaron
con múltiples filaturas
su hogar.
Al romperse el cascarón,
una momia disecada se precipitó al suelo,
llevándose tu canto por unos segundos
(pegaste un brinco de espanto).
(pegaste un brinco de espanto).
La rama, al fin,
quedó libre de su pesada carga,
y la cepa vió cómo del cielo
llovían alimentos que incorporar
a su dieta de nutrientes.