sábado, 7 de julio de 2012

Fábula de la palmera y la cotorra- la premonición




Amalia Llorente: Para "Fábula de la palmera y la cotorra - la premonición" en Meditaciones y Sentimientos de Begoña Gamonal Flores

Claude Debussy, Prélude à l'Après-midi d'un faune





Una noche despertó sudando a mares no por el calor, sino por un presentimiento reiterado que se apoderó de su sueño.

Aquella felina que durante un tiempo compartió los mismos rincones del huraño, sus pasos y gemidos, sus hábitos y quejidos, incluso su plato y su cocina, su toalla y su bañera.
Al principio , de chiquita, todo eran ronroneos y carantoñas: su cama era un lecho de plumones que esperaban su tibia acogida en su pecho, ella era su gatita consentida que él personalmente alimentaba. No le faltaba ni su rancho de leche diario y fresca ni el permiso de su dueño de piruetear por encima de sus libros antiguos llenos de historia, reliquias de valor incalculable; cómo le gustaba pisotear sus tapas gruesas llenas de polvo!. Sus huellas se adueñaron de la piel del huraño y de sus sábanas, grabando todas sus pesquisas por la casa.

Y su cuerpo fue creciendo y creciendo. Ya no era tan divertido saltar por encima de los libros. Cada mañana al irse el huraño a trabajar, se asomaba al balcón y subía hasta el tejado para explorar nuevos territorios. Había noches que no volvía a casa del huraño.

El huraño se cansó de ella. Cuanto más mayor se hacía , más malhumorado y autoritario; su carácter era insoportable; muchas tardes al volver del trabajo, le esperaba para meterla en la bañera y torturarla con el cepillo; cuando se acercaba a la habitación, la echaba de malos modos. La culpaba de todos sus males y la acosaba psicológicamente de las debilidades de su carácter.

Dicen que los gatos tienen siete vidas. Ella decidió arriesgarse. Harta de la locura de un huraño que constantemente le repetía que le debía su vida , decidió lanzarse sin más. Aquella noche la cotorra sintió el salto de su amiga felina fuera del cuerpo, justo en el momento en que su coraza se estrelló contra el suelo, desde el balcón de aquel extraño huraño malhumorado que escribía poesía.

Pesadillas que la rondaban, la Justa tanteando sus sueños, andaba muy cerca.