El tragicismo de esto consiste en saberte cierto
cuando palpo los trazos ecuánimes y precisos
de tu endiabladamente perfecto raciocinio
y saborear con mi paladar su esencia:
Degustarlo, digerirlo, absorberlo, y dolerme
cuando sale el remanente
que no asimila mi cuerpo,
porque hasta eso amo de ti,
y quiero retenerlo.
De momento no he podido.