La roca irrumpe en el río creando soportales en su cuerpo de marcha continua. La abriga el musgo, adosando en sus poros agrestes su verde cabellera.
La noche que el Sauce sucumbió al diente de león, la margarita fue podada y transportada por una nube de bruma que la vio desolada a los húmedos matojos de su piel; allí, el Señor Musgo conservó el marchito resto de su antaño talle y su inagotable e incombustible amor impreso en su tallo.
Creyó el Sauce no volver a ver su rostro violeta, más el agua repartió por su paso las esporas habitando todos los rincones del valle con su espíritu de color.
Una avoceta asida a un águila imperial diseminó una semilla de la margarita sobre el tronco del Sauce; las aves del bosque saben que la margarita fue arrancada, pero el Sauce aún guardaba un hueco para ella en su carne, dispuesta a renacer de nuevo bajo los ojos de su amor. Porque la margarita te ama eternamente.
Historias llenas de vida, con metáforas entrelazadas.
ResponderEliminarLos árboles son casi siempre la faz amable de la Tierra, el arrullo de todos nosotros.
Un abrazo :-)
Buenas noches, Ale!
ResponderEliminarEsta historia fue concebida en un viaje por unos parajes llenos de arboledas, en un viaje al borde de un desfiladero de roca y río, del río Deva.
La margarita sigue su curso, Ale. Tú la has recordado.
Últimamente, en creaciones como ésta, sólo de vez en cuando recibó algún paso con una huella del estilo "oda al pene del sauce", y poca cosa más. A veces me peto de risa, pero en realidad genera tristeza, especialmente si son anónimos. Bueno, alguien se divertirá, digo yo:-).
Mientras, simplemente sigamos escribiendo lo que nos gusta.(*-^).
Besos.