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Ayer, cogidas de la mano,
tropezamos con tres gatos
cercanos,
intuyo que acostumbrados
a tus marcas de deterioro,
tu andar descoordinado
y mirada ausente a los planetas de la tierra.
O quizá, próximos por encantados
con la piel suave del captus
cuyas borlas
como tu fragilidad de niña adulta,
cuelgan en cada rama abriendo sus flecos
al murmullo de la carretera
y los transeutes curiosos.
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Entonces llovimos todos fuera y dentro
ante las gotas de una nube oscura,
acompañadas.
Eres grande y ella en su universo lo sabe
ResponderEliminarBuenas tardes-noches, Ibon.
ResponderEliminarDudo mucho que ella sepa lo grande que es para mí, pues se le olvida al segundo de vernos, ese es la gran tristeza de esta enfermedad, que te hace estar vivo sin recordar y habiendo perdido la conciencia. Día a día la pérdida de memoria avanza imparable, y no se puede hacer nada para detenerlo.
Gracias por tu comentario, Ibon, y por aparecer. Besos.
Pero en ese segundo previo al olvido ella lo sabe, y tú también.
ResponderEliminarun abrazo
Hola, Canoso (cómo te llamas? no encuentro tu nombre en el blog...).
ResponderEliminarAy, no sé si lo sabe, algo siente, pero me da la sensación que podría ponerse delante suyo la persona que más daño le hubiese podido hacer, y si la trata de forma cariñosa, no lo/la reconocería.
Besos.