En el reverso del jardín custodiabas mis plantas:
dos hermosos captus llenos de púas dolorosas
para que nadie las profanase asaltando nuestro santuario
por la parte trasera.
Al lado tenías aloe vera presidido por una flor morada,
ramas rojas y doncellas violetas que alumbraban de cerca
el paraje de secano que las circundaba.
Pero las más bellas que nacieron salvajes son las blancas:
se autoplantaron para protegerte
de las espinas de la naturaleza.
Hola Begoña:
ResponderEliminarestán muy bien estas poesias. Molan.
Un abrazo
Hola, Fernando!
ResponderEliminarMe vas a sonrojar:-). Gracias majo!
Un beso.