Simone Kermes - Se pieta di me non senti
Llega el calor. Las margaritas se recogen interiormente
así como los subterráneos rebosan de vida ratera en sus venas.
En el casco antiguo de la ciudad, se oyen voces.
La eterna quietud de lo antiguo contiene múltiples vidas
que atropellan los zapatos de los transeúntes en horas muertas,
incontenibles, con sus almas a la intemperie.
Allí donde se
conjugan los patios interiores abiertos,
derruídos,
llenos de cadáveres de hierro y cemento,
habitan
los gatos.
Sus
ojos atesoran fragmentos de vida,
momentos
ocultos en sus retinas
de
antiguos diálogos, encuentros y dilemas.
Cuando un gato sale de su cobijo industrial,
no
está solo,
en
su cuerpo resuenan otras voces y miradas,
pasos
que contienen pisadas de otros tiempos
sobre
el mismo suelo, antes joven.
En
ocasiones alguna cotorra incursiona
en
sus cenizas de metal y piedra,
atolondrada
ante tantos habitantes invisibles,
y se
lleva sus voces y tormentos en su pico
liberando los anhelos
atrapados del pasado.
Amores
en ruina ocultos e inconfesables, anhelos
que
el confeso se lleva a su lecho de muerte.
La
margarita pliega su amor en sus hojas
antes
de secarse sobre el sauce.