No sopla el viento en este breve trayecto
aunque tampoco flote la calma.
El coche sigue en pie en el desguace.
Sin inmutarse, como el primer día.
Más allá de la marcha,
el latido corre
y se acelera con el aliento
en la prisa de la apuesta
por más de dos veces perdida.
No pronunciarse.
Otra promesa que no intercede
ni quiere mostrar sus cartas
es el cruce evitable
que no me empuja a buscarte
para encontrarme de frente
con tu apatía.
con tu apatía.
A fin de cuentas
no es mi sino encontrarte
antes de volver a caer.
El dolor no es un ángel de amor.