Saber hasta qué punto es posible
alimentar la incerteza
contra toda apariencia
empeñada en abrirte los ojos
y cerrarte la boca.
La parábola de lo absurdo
dormita sobre el punto de inflexión
fuera de pronóstico
sin decantarse hacia una confirmación irrevocable
como si le diese miedo fallar
lejos de su punto indefinido;
prefiere quedarse entre dos saltos
que errar o acertar con precisión
sobre una sola línea.
Nunca fue la unidad su Dios,
ni siquiera en la palabras
que trazan
el camino hacia el nos.
Al menos, la mía no.
Sin argumento ni razón,
esquivo esta grieta
jaspeando frases que escribo
tan solo para dos
contra todo motivo
en su oculta soledad.