La mañana derrite gélida los símbolos en la boca.
Tal vez, deja el canto libre en el vaho;
retenidos los vahídos que regaló el 2013
se avanza el trabajado 2014 antes de estrenarse
por carreteras sinuosas cuajadas de hálitos.
Atrás las margaritas que alhajan otro pulso
fuera de un tronco que ya no acoge tu voz.
Pinto el silvido de tu boca sobre los amarillos
que estas páginas muestran en mis hilos invisibles.
No los ves, más los sientes;
el tiempo no sucumbe a tu reclamo,
ese que tu ánimo tambalea
y sólo tú conoces.
Ábrete eterna bajo el sol de invierno, aura.
De la mano de tus ojos se cruzan
los sonidos que anuncian tu vuelta de sílaba:
volverás y te veré tras la estela del patito;
en mi hoja, tu boca no se va ni se irá
mientras los días se colorean según suena tu pálpito;
en las grietas de su piel
el grito aguanta tu ciega fe de amor.
Vierte tu garganta por estas líneas sueltas
que no hay cuerda que las ate
cuando fluyen sin compuertas que las retengan.
Te canto a ti como canto a lo que amo
porque así se me antoja.