Quiero hacer una dedicación especial a mi amigo Alejandro Ezequiel Fernández Brizuela, con el que, intentando seguir su vals, he compuesto esta creación. Primero va él, porque sin este baile, no la hubiese compuesto igual. Gracias de corazón, amigo.
http://aefb.wordpress.com/2010/09/21/el-paraiso-de-las-emociones
Pensando en las huellas del amor
bajo el reflejo de su fulgor,
en el agua, en los colores
del sentimiento intenso y etéreo,
te veo llegar relajado a mi charco chiquitito.
Me despertaste en la quinta ola,
ibas divagando, escondido,
no sé si recuerdas que saltaste
a mi costa, a mi costado,
y me tendiste tu mano;
desde entonces caminamos juntos,
cada noche, bajo la luz de la luna,
en el vaivén del mar de las emociones.
Por recónditos mares, a tu lado,
seguí navegando
al compás del viento y las mareas,
hasta llegar a un islote de paraje desconocido,
sin desniveles ni flores, plano,
un desierto arenoso y desolado.
Allí aterrizamos, y el mar,
celoso de mis versos, enamorado de tí,
te llevó consigo en un barco,
yo quedé en tierra.
La soledad en mí hizo estragos,
me dejó desconsolada
y sumida en un letargo profundo y oscuro.
Llegó el mes de julio,
estalló la tormenta,
partituras compuestas en quebrantos,
de vibrantos rotos, de aullidos,
era mi voz un silbido
que ahuyentaba al letargo
y encabritaba las mareas
para traerte a mi orilla.
Me arrastré contra corriente,
perseguí todos tus trazos,
en sollozos deshice mis letras,
y me congratulé contra el viento
sólo para traerte conmigo.
Aún así, no me hundí, y seguí
tu nombre clamando;
confabulada por la locura,
gritos de furia, fobias y piedras,
danza maldita,
se escapaba por mi garganta:
temblores, sudores,
fiebres ardientes sobre notas,
toques de anhelos fugitivos,
desafiantes al fuego eterno
que me abrasaba todos los cantos,
y me asediaban
por todos los rincones de mi mente.
Fue entonces cuando desperté,
y pensé que todo era un sueño
que me lo había inventado.
A solas recompuse nuestro encuentro pendiente,
y así lo llamé meditaciones y sentimientos,
meditaciones y sentimientos.
En todo este tiempo, Morfeo me enseñó
la dulzura que envuelve las melodías
de la brisa en distintos tonos,
un arcoiris de dicha
que me acompaña a todas horas,
plasmada en remolinos
que acechan de noche.
También aprendí que se puede
y se debe volar en la ventisca,
abandoné las esquirlas, me desaté los anclajes,
y bajo el techo de la luna y su silencio
descubrí
que a nadar sólo es capaz
de aprender uno mismo.
Me sumergí en el océano,
buceando en sus ondas
y el agua marina me susurró al oído
que no te llamase, que tú no vendrías,
“no se puede buscar
lo que no nos corresponde”.
En la inmensidad del océano,
bajo el sol, en el agua,
sobre las notas de mis fantasmas,
me encontraste flotando,
en tu barco velero.
Bajo los focos del bote, repleto de gente,
me acogiste en tus brazos
izaste tus velas.
Una suave voz, la tuya, me recordó
nuevamente
cuál era el arte que acunaba nuestro son:
El amor no es completo
si no se comparte.
La vida, Amor, me puso en tus manos
para partirnos juntos
en este singular canto.
http://aefb.wordpress.com/2010/09/21/el-paraiso-de-las-emociones
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Cuadro: Juan Flores Trejo |
Pensando en las huellas del amor
bajo el reflejo de su fulgor,
en el agua, en los colores
del sentimiento intenso y etéreo,
te veo llegar relajado a mi charco chiquitito.
Me despertaste en la quinta ola,
ibas divagando, escondido,
no sé si recuerdas que saltaste
a mi costa, a mi costado,
y me tendiste tu mano;
desde entonces caminamos juntos,
cada noche, bajo la luz de la luna,
en el vaivén del mar de las emociones.
Por recónditos mares, a tu lado,
seguí navegando
al compás del viento y las mareas,
hasta llegar a un islote de paraje desconocido,
sin desniveles ni flores, plano,
un desierto arenoso y desolado.
Allí aterrizamos, y el mar,
celoso de mis versos, enamorado de tí,
te llevó consigo en un barco,
yo quedé en tierra.
La soledad en mí hizo estragos,
me dejó desconsolada
y sumida en un letargo profundo y oscuro.
Llegó el mes de julio,
estalló la tormenta,
partituras compuestas en quebrantos,
de vibrantos rotos, de aullidos,
era mi voz un silbido
que ahuyentaba al letargo
y encabritaba las mareas
para traerte a mi orilla.
Me arrastré contra corriente,
perseguí todos tus trazos,
en sollozos deshice mis letras,
y me congratulé contra el viento
sólo para traerte conmigo.
Aún así, no me hundí, y seguí
tu nombre clamando;
confabulada por la locura,
gritos de furia, fobias y piedras,
danza maldita,
se escapaba por mi garganta:
temblores, sudores,
fiebres ardientes sobre notas,
toques de anhelos fugitivos,
desafiantes al fuego eterno
que me abrasaba todos los cantos,
y me asediaban
por todos los rincones de mi mente.
Fue entonces cuando desperté,
y pensé que todo era un sueño
que me lo había inventado.
A solas recompuse nuestro encuentro pendiente,
y así lo llamé meditaciones y sentimientos,
meditaciones y sentimientos.
En todo este tiempo, Morfeo me enseñó
la dulzura que envuelve las melodías
de la brisa en distintos tonos,
un arcoiris de dicha
que me acompaña a todas horas,
plasmada en remolinos
que acechan de noche.
También aprendí que se puede
y se debe volar en la ventisca,
abandoné las esquirlas, me desaté los anclajes,
y bajo el techo de la luna y su silencio
descubrí
que a nadar sólo es capaz
de aprender uno mismo.
Me sumergí en el océano,
buceando en sus ondas
y el agua marina me susurró al oído
que no te llamase, que tú no vendrías,
“no se puede buscar
lo que no nos corresponde”.
En la inmensidad del océano,
bajo el sol, en el agua,
sobre las notas de mis fantasmas,
me encontraste flotando,
en tu barco velero.
Bajo los focos del bote, repleto de gente,
me acogiste en tus brazos
izaste tus velas.
Una suave voz, la tuya, me recordó
nuevamente
cuál era el arte que acunaba nuestro son:
El amor no es completo
si no se comparte.
La vida, Amor, me puso en tus manos
para partirnos juntos
en este singular canto.
Bailemos noche, bailemos,
día, bailemos,
que sobran ganas
de palparnos sin miedos
en la claridad azul,
en la oscuridad ocre,
sobre las nubes blancas
donde la verdad infringe los cercos,
hasta que la vida se pare,
y nos separe.
Has creado un texto bellísimo, lleno de sentimientos y emociones.
ResponderEliminarMe concede una sonrisa haber despertado a tus musas ;)
Lo que más me gusta es que contiene líneas paralelas que trazan la historia a la vez que dibujan metáforas sorprendentes llenas de belleza.
Muchísimas gracias por acoger mi música en tu hogar y acompañarla por tan bella creación. Un honor.
Un fuerte abrazo.
Alejandro Ezequiel
Alejandro, el honor es mío por tener la creación de un compositor y permitir poner tu enlace aquí. Te aseguro que no todos los días, por no decir nunca antes, había tenido la gran suerte de compartir con alguien como tú, ni tan siquiera , cruzar una sola palabra.
ResponderEliminarEste poema se lee al compás de tu creación, sin ella, sería de otro modo, es su materia prima.
No tengo palabras de agradecimiento....tu música me inspiró a contar esta historia inacabada, pendiente y en continuo crecimiento.
Si no se comparte, si sólo escribiésemos para nosotros, sería muy aburrido, no crees?
Muchos besos, poeta musical. Sigamos compartiendo, nos hace más felices.
El arte conecta a los seres humanos incluso a través de rupturas en el espacio y el tiempo.
ResponderEliminarTal vez sea una expresión auténticamente humana.
Encantado de compartir :)
Alejandro Ezequiel
El arte no sería posible sin nosotros, primera persona del plural.
ResponderEliminarMe encanta compartir, así que no te extrañe que vuelva intentar acercarme a tu música bajo mi limitado conocimiento a través de las letras, también con conocimiento limitado pero más trabajado y conocido que el primer arte en mi primera persona del singular:-)
Besos, amigo.
Mar, cielo, isla, nube, arena, lluvia, desierto... tu y yo, siempre bailaremos
ResponderEliminarhola, Cinthia!
ResponderEliminarÉsta es mi creación favorita. Y la que más concentra. Es mi retorno al mar, cielo, isla, nube, arena, lluvia, desierto, no sin antes atravesar un "peaje":-).
La compuse al compás de la melodía de Alejandro. Lo encontrarás por @vistoalreves. Encantador.
Besos.