martes, 7 de junio de 2011

Fábula de la palmera y la cotorra- 3: Tiempos extraños.


En toda adaptación, el entorno determina nuestro espacio, y la cotorra, tras la cálida bienvenida de la cotorra sabia, debía adaptarse a la nueva palmera. Su nuevo nido estaría compartido por más cotorras, más concurrido, y no para todas su presencia era bien recibida. 

palmera concurrida. Foto: B.G.F.


Su nuevo hogar tampoco era tan espacioso como el que antaño ocupaba; había noches que no pegaba ojo controlando cada movimiento de plumas, temerosa de que alguna de sus nuevas compañeras de cuarto, que cotorreaban sin parar, se abalanzase sobre ella para picotearla.


La cotorra sabia también había cambiado su actitud. Cuando ella se acercaba, cautelosa, a sus alas, para mantener una charla apoyados sobre el banco al atardecer, en el momento en el que los humanos abandonaban el parque (como solían hacer en el pasado), él prefería escaparse y planear sobre los matorrales con otras cotorras cuyos picos eran más melosos y cautivadores que el suyo.

Su cola extendida y su rostro altivo y sonriente desprendían un vello brillante, ligeramente marcado por el rojo carmín del deseo de las cotorras acompañantes al rozar continuamente sus picos contra sus sentidos auditivos, rociando de deseo sus plumas vueltas color plata de resplandor libidinoso.


la cotorra sabia con otra cotorra - Foto: B.G.F.


La cotorra pasó del número dos a ser el número tres en el plano de interés de la cotorra sabia, a pesar de su belleza natural.
Sus plumas verdes eran tan vivas que desprendían chispas de colores confundiéndose en el césped como un camaleón. Era hermosa, muy hermosa, aunque ella no lo sabía.

El día a día no era mucho mejor. Al ser una colonia con más miembros, el quehacer cotidiano no era tan importante como la dedicación al arte en el tiempo libre. Y la cotorra, no estaba acostumbrada a este cambio de prioridades. Al menos eso creía.

Presa de la depresión, cada día salía menos del nido en el que solía pasar las horas muertas moviendo una rama de un lado a otro sucesivamente. A veces, desde el agujero de su palmera, asomaba su cuerpo de ese sigilosamente, y volvía a esconderse de nuevo al mínimo sonido procedente del exterior. La cotorra se ensimismó, y desde arriba vislumbraba la transformación de los seres vivos y clorofílicos del parque : los árboles del amor se habían oscurecido, sus hojas habían crecido, el recinto estaba más frondoso que cuando llegó, pero ella no se atrevía a cruzarlo con sus compañeras, se había encerrado en sí misma, perdida en el limbo del hueco de la palmera.

La cotorra en su agujero- Foto: B.G.F.


Hasta que algo la hiciese salir de su claustro, alguien que quería cogerla de la palmera y cuyas intenciones eran desconocidas….


Continuará……

http://www.youtube.com/watch?v=AEtQhr1fdeo

4 comentarios:

  1. Hola querida :)
    Creo que la cotorra necesita demasiado amor ajeno y que quizá se olvida del amor propio.
    No es el paisaje el que ha cambiado, si no la manera de ver el mundo de nuestra pequeña cotorra. Ay Begoña! quién será el que saque a la pequeña cotorra de la jaula en la que ella se ha encerrado... ajajaj besines, preciosa entrada :)espero que hayas disfrutado mucho del día :**

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  2. Ay, mi querida emperatriz...te echaba de menos!
    Creo que la cotorra no atraviesa un buen paréntesis en su camino, y le cuesta reponerse.

    El paisaje también ha cambiado, amiga; y ella, más:-)...y cómo saldrá del atolladero? misterio!.

    El día? monótono. Suspendida en "stand-by", como la cotorra, inmiscuida en mi coraza. Y tú? me hace falta visitarte, mira! y si me doy un paseo hasta tu palmera?:-).

    Me gusta eso de "besines", una amiga portuguesa siempre me da besines cuando acaba sus emails:-).

    Besos, Emperatriz.

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  3. Se equivocó la cotorra.
    Se equivocaba.

    Por ir al Norte, fue al Sur.
    Creyó que el trigo era agua.
    Se equivocaba.

    Creyó que el mar era el cielo;
    que la noche la mañana.
    Se equivocaba.

    Que las estrellas eran rocío;
    que la calor, la nevada.
    Se equivocaba.

    Que tu falda era tu blusa;
    que tu corazón su casa.
    Se equivocaba.

    (Ella se durmió en la orilla.
    Tú, en la cumbre de una rama.)

    Por lo demás, concuerdo con la emperatriz de sueños... salvo en un detalle: la llave de la jaula no la podrá accionar ningún "otro"; como ella bien apunta, la llave es saber amarse.
    De entre todo lo que puede alienarnos, nada más peligroso que la dependencia de ver nuestra imagen reflejada en el brillo de los ojos de otro.
    Como Narciso, nuestra cotorra necesita abrir su corazón a los sabios consejos de Tiresias.

    Un cálido abrazo

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  4. Ay, qué comentario más bonito!. Déjame que deje este apunte extraído de la wikipedia sobre Tiresías (no sabía quién era):

    "Tiresías, adivino ciego de la ciudad de Tebas- mitología griega-....El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador: gracias a sus dotes proféticas, media entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace entre hombres y mujeres; y por la excepcional duración de su vida, entre los vivos y los muertos."

    Vamos a tu precioso poema....gracias, Pepe!!!. No hay cosa que más me guste que encontrar un poema bajo mis creaciones, más si está escrito con cariño.

    Se equivocó la cotorra.
    Se equivocaba.

    "Cotorra ciega y sorda.
    Cotorra extraña."

    Por ir al Norte, fue al Sur.
    Creyó que el trigo era agua.
    Se equivocaba.

    "creyó ver gotas de río
    donde sólo la espiga
    crece."


    Creyó que el mar era el cielo;
    que la noche la mañana.
    Se equivocaba.

    "el sol la mareaba,
    la oscuridad la ocultaba
    y el mar de sal la salpicaba."


    Que las estrellas eran rocío;
    que la calor, la nevada.
    Se equivocaba.


    "rocío que alumbra sus sueños,
    calor que asfixia sus plumas,
    crepita su desconsuelo."


    Que tu falda era tu blusa;
    que tu corazón su casa.
    Se equivocaba.


    "oculta no necesita atuendo.
    El corazón sólo palpita
    dentro del cuerpo."


    (Ella se durmió en la orilla.
    Tú, en la cumbre de una rama.)


    "Ambas perdidas en el hueco,
    dormidas en la calma,
    en silencio."


    Gracias mil, Pepe. Es un regalo muy bonito.
    La cotorra toma nota de lo demás, Tiresías. Espero que sea capaz de salir de la palmera por sí misma, yo creo que sí:-).

    Besos.

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